La tercera parte de la población mundial está infectada con algún virus de la hepatitis. «Frenar el avance de esta enfermedad contagiosa está en nuestras manos». (OMS)

En el hígado se llevan a cabo numerosas funciones de suma importancia para el correcto funcionamiento del organismo. Toda la sangre proveniente del estómago y el intestino pasa por el hí­gado. Allá­, los nutrientes y las drogas (toxinas, medicamentos, etcétera) son transformados en compuestos más fáciles de asimilar o excretar por el organismo. Además, la bilis se libera al duodeno tras la ingesta de alimentos, para facilitar la digestión de las grasas.

En general cualquier inflamación del hígado se conoce como hepatitis. La hepatitis puede tener diferentes orí­genes: infecciosa, obstructiva, medicamentosa, entre otras. La hepatitis de origen viral (infecciosa) puede ser causada por diversos agentes, los cuales actualmente se han reunido en dos grupos de virus: en el primero se encuentran aquellos que la producen, sólo, como consecuencia de su diseminación en el organismo; entre ellos tenemos a los virus del dengue, fiebre amarilla, Epstein Barr y citomegalovirus, entre otros. En el segundo grupo se encuentran virus que tienen como órgano blanco el hí­gado (hepatotrópicos). Se han identificado 8 virus productores de hepatitis viral.

La hepatitis es, por lo tanto, una inflamación del hí­gado que puede ser debida a diversas causas, aunque generalmente es un virus el responsable de la afección.

TIPOS DE HEPATITIS

La hepatitis A y la E son causadas generalmente por la ingestión de agua o alimentos contaminados. Las hepatitis B, C y D se producen normalmente por el contacto con humores (fluidos) corporales infectados. Son formas comunes de transmisión de estos últimos la transfusión de sangre o productos sanguíneos contaminados, los procedimientos médicos invasores en que se usa equipo contaminado y, en el caso de la hepatitis B, la transmisión de la madre a la criatura en el parto o de un miembro de la familia al niño, y también el contacto sexual.

 

SINTOMAS

Se puede manifestar de forma aguda o crónica. La forma aguda supone que la patologí­a comenzará y desaparecerá rápidamente; si, por el contrario, se cronifica, la enfermedad perdurará en el tiempo, pudiendo desembocar en una insuficiencia hepática e, incluso, en la aparición de cáncer.

La gravedad dependerá de diversos factores, entre ellos el agente desencadenante de la patologí­a (causa), o la presencia de otras enfermedades previas en el paciente.

 La hepatitis viral aguda es la enfermedad clásica que todos conocemos, se divide en cuatro etapas:

  1. Periodo de incubación. Determinado por el agente infectivo; se define en el cuadro 1.

Cuadro 1. Periodo de incubación

Tipo de Virus Periodo de incubación (dí­as) Promedio (días)
VHA 15 – 50 28 – 30
VHB 45 – 180

60 – 90

VHC 15 – 180 40 – 60
VHD 15 – 60 30 – 35
VHE 15 – 64 26 – 42
  1. Fase prodrómica. Se caracteriza por manifestaciones clí­nicas inespecí­ficas como malestar general, fatiga, letargia y falta de apetito. Ocasionalmente también pueden presentarse nausea, vómito y fiebre. Se puede confundir con un resfriado o cualquier enfermedad comun. Generalmente esta fase persiste de 3 a 7 dí­as.

Tras esa primera semana en la que se aprecian síntomas poco especí­ficos, comenzarán a aparecer otros que empiezan a ofrecer pistas sobre el origen de la patología:

  1. Fase ictérica. En este periodo se presentan las manifestaciones clásicas de  la hepatitis: ictericia: apariencia amarillenta de la piel y las mucosas, fácilmente apreciable en la esclerótica del ojo. La ictericia ocurre por un aumento de bilirrubina en la sangre,  coluria (Orina de color oscura), acolia (heces decoloradas o teñidas, como consecuencia de un trastorno en la circulación hepática), puede haber nausea, vómito, persiste el malestar general y falta de apetito. Las pruebas de laboratorio para funcionamiento hepático muestran bilirrubinas aumentadas a expensas de la bilirrubina directa (más de 3 mg/dl) y transaminasas (TGO y TGP) con valores más veces por arriba del lí­mite normal.

4.Fase de convalecencia. El paciente se recupera, recobra el apetito y desaparecen los sí­ntomas, sin embargo, la fatiga puede persistir durante varias semanas.

La inflamación puede desaparecer por sí sola, pero si, por el contrario, perdura y se cronifica, puede originar un fallo hepático:

  • Agudo o fulminante: caracterizado por la disminución de la producción de determinadas proteínas (como la albúmina y algunas proteínas implicadas en la coagulación) y por el desarrollo de encefalopatí­a hepática, que implica cambios en los patrones de sueño, confusión, alteraciones en la motilidad, e incluso coma.
  • Crónico: suele darse previa aparición de un cuadro cirrótico. Cirrosis, fibrosis del tejido hepático (depósito de fibras de colágeno), que tiene como consecuencia una alteración en la morfología del órgano y en la irrigación sanguínea del mismo

En algunos casos puede ocurrir que el paciente se encuentre totalmente asintomático, o que presente sí­ntomas muy leves que no hagan sospechar de un problema hepático; esto ocurre en numerosas ocasiones en personas infectadas con el Virus de Hepatitis A.

PREVENCION

Estas son algunas cuestiones para tener en cuenta si quieres prevenir un contagio de hepatitis:

  • Mantener hábitos de higiene adecuados, evitar condiciones de hacinamiento e insalubridad.
  • Fomentar la potabilización del agua de consumo, y evitar beber agua en zonas donde las condiciones sanitarias sean deficientes y no exista un control adecuado.
  • Evitar compartir agujas, jeringuillas, etcétera; los toxicómanos pueden acudir a los centros sociales para recibir material esterilizado.
  • No someterse a intervenciones estéticas (piercings, tatuajes, cirugí­as menores, etc.) en centros que no están homologados.
  • Mantener relaciones sexuales con protección.

 

Vacunación de la hepatitis

Actualmente existe y se aplica vacuna contra las hepatitis A y B; no existe aún vacuna contra la hepatitis C. La pauta de vacunación en adultos implica una dosis inicial y una dosis recordatorio a los 6-12 meses en el caso de la hepatitis A. La vacunación habitual de la hepatitis B incluye una dosis inicial, otra al mes, y otra a los seis meses. Existe una vacuna combinada frente al virus de la hepatitis A y la B, que se administra en tres dosis en el mes 0, 1 y 6. La pauta de vacunación en niños puede variar según el tipo de vacuna y la edad del paciente.

Se recomienda vacunarse contra la hepatitis A,  todas aquellas personas que puedan tener contacto con individuos portadores del virus, enfermos de hemofilia, personal de guarderías, personal médico y paramédico, trabajadores en contacto con aguas residuales no depuradas, usuarios de drogas por vía parenteral, y personas con múltiples compañeros sexuales, así­ como a las personas que vayan a viajar a paí­ses en ví­as de desarrollo.

La vacuna contra la hepatitis B se aplica a los bebés recién nacidos, individuos sometidos a diálisis, enfermos renales, con hepatitis crónica, o portadores del virus del SIDA, personas que hayan estado en contacto con individuos portadores, usuarios de drogas por ví­a parenteral, y personas con múltiples parejas sexuales.

Para los cuidados de la Hepatitis, se requiere, sobre todo, reposo. En Homewatch Caregivers tenemos personal preparado para atender a su familiar y que usted pueda seguir con sus actividades cotidianas, además de, reducir el riesgo de contagio.

CategoryAdultos, Niños, Salud
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